Centro Cultural José Amadeo Conte Grand de San Juan – 2010
“escribir y dibujar son, en el fondo, idénticos…” Paul Klee
Signo y escritura, sobre el muro, sobre el papel, como impresión orgánica o rastro digital, el gesto del artista se apropia o se libera del soporte en una práctica que procura dar cuenta de un mundo, el adentro y el afuera, la conciencia y el sueño. Alberto Méndez, Elena Nieves, Candelaria Palacios, Teresa Pereda, Jorge Sarsale y Laura Viñas apelan a la callada complicidad del espectador y despliegan un vocabulario plástico esencial: el borde agudo de una línea, la curva sensitiva del trazo, negros y blancos, el rastro de una huella. Enrulamientos que parecen responder a la emergencia de sensibles ritmos internos. Los seis artistas pertenecen a una generación intermedia que puede dar cuenta de un recorrido considerable en el campo artístico y cuya producción ha recibido ya la consideración y el reconocimiento de diferentes instituciones nacionales e internacionales. La voluntad de exponer colectivamente aparece promovida desde el deseo intimo de colocar sus obras en dialogo, entre ellos y con los otros. En tono bajo, a la manera de espaciados silencios que aguardan respuestas, el agrupamiento de obras exhibidas se presenta como el producto de la atracción natural ejercida por un contrapunto de voces singulares y maduras.
Así, los trabajos de Méndez, se instalan entre la seducción de la forma y el humor corrosivo del texto. Blancos y negros, rectas y curvas, alineamientos y compensados, corte de palabras o puntos, han trastocado funciones y apelan a la pura visualidad mientras se dificulta la lectura. Luego, el desparpajo satírico del texto busca reponer un orden, como si se estableciera entre ellos una tensión perpetua.
De la misma manera, si la animación es signada por el movimiento, los dibujos desanimados de Laura Viñas desandan urgencias y recurren a la lentitud, al detenimiento del plano; mientras los retratos se sostienen en el detalle desdibujado, el grafismo o la mancha que particulariza. Como si se tratara de una reafirmación romántica en la más actual y dura de las tecnologías.
En la obra de Candelaria Palacios, por su parte, la trama de la tinta sobre el papel recupera la noción misma de tejido, el entrecruzado de líneas y colores, la torsión de la fibra de color, la elaboración de una guarda. El trazo de la tinta evoca, otras veces, formas orgánicas, remolinos, paisajes y figuras ambiguas. Tramas de tejidos, cubículos, aparecen así sostenidos desde un hilo, el del dibujo.
La misma confianza que deposita Elena Nieves en el trazo de tinta. Espacios amplios, abigarramiento de líneas, ramadas, charcos, juncos, yuyos caídos o gramíneas pisoteadas. Un paisaje enunciado, negado y ordenado por recortes geométricos de vacío. Negativo y positivo, la sutil contundencia del negro y su sombra, la latencia breve de grises y blancos, la transparencia.
Casi la misma poderosa levedad de los trabajos de Jorge Sarsale. Marañas de color, oquedades de diferentes planos de sombras que pugnan por extenderse y van hacia el espacio. Las pistas del mundo real, son solo indicios, señales de alerta. Liberada del soporte pictórico, la materia se vuelve escritura oriental o partitura garabateada sobre el muro. Ha perdido nuevamente su función para hacerse ilegible, se instala como pura forma, en volumen, como seductora e inquietante presencia.
Mientras, los land graph de Teresa Pereda, actúan por el peso de la ausencia. Como si se tratara del registro de la ensoñación de la tierra, el papel ha grabado el paso de la materia. El polvo y lo orgánico – planta, burbuja o microorganismo- deja, después de una prolongada inmersión en el agua, una huella de su presencia. El soporte se vuelve así depósito etéreo de un rastro, poética escritura de lo ausente.
A las redes de letras, le responden los enjambres de color, las riadas de líneas, el silencio de un vacío, signos, caligrafía oriental, pura escritura. Se trata de voces que se interrogan a la vez que interpelan. Cada objeto artístico lleva la marca de la sensibilidad de la época, la nuestra, ellos se ofrecen y se completan buscando la mirada del espectador.